Los inversores, especialmente los ahorradores europeos a los que se les acaban los bonos que ofrecían altas rentabilidades del pasado, quieren escuchar una frase de su presidente del BCE: La institución monetaria de la zona euro ha decido subir el precio del dinero. La cuantía será de un cuartillo, 25 puntos básicos, pero la tendencia al alza será entonces incuestionable. Nadie piensa que un prudente Draghi quiera acabar su mandato al frente de la máxima institución monetaria europea como Trichet, errando en la dirección del timón. Por eso la dirección será inequívoca.
Todos esos inversores ávidos de rentabilidades más altas pretenden ver en cada palabra de Draghi, incluso en un gesto, el punto de partida a una normalidad monetaria. Estos ahorradores escuchan a Draghi como la resistencia en Francia, Bélgica y Holanda, que pegada a las radios de galena ansiaba un comunicado que dijese: Hieren mi corazón con profunda languidez. El verso de Verlaine, que significaba el comienzo del Dia D, del Desembarco de Normandía, se quiso escuchar en Sintra en una reunión del BCE. Antes del verano se aceleró con mucha fuerza la expectativa de una subida de tipos más pronto que tarde.