En ‘Progreso’, un libro de reciente aparición, Johan Norberg sostiene que “vivimos en el mejor momento de nuestra historia y, sin embargo, se ha extendido la creencia generalizada de que el mundo va exageradamente a peor”. A la economía española le sucede justo lo contrario.
Una foto fija del momento económico: crecimiento, ritmo de creación de empleo, superávit exterior o reducción del déficit público, daría la impresión de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Pero si se hace un análisis más fino, teniendo en cuenta el ‘stock’, no el ‘flujo’, habría consenso en que la realidad económica es más complicada de lo que parece: elevado nivel de desempleo (16,4% de la población activa); el mayor déficit público de la Eurozona (el año acabará en el entorno del 3% del PIB), una deuda pública que roza el 100% del PIB y un déficit comercial de mercancías crónico (-18.561 millones de euros hasta septiembre), que hacen que España -con una formidable deuda externa del 90% del PIB- sea uno de los países con mayores desequilibrios macroeconómicos de la región.