Los nubarrones en los que la desaceleración económica ha sumido al tejido empresarial español han empezado a arrojar sus primeras gotas de lluvia ácida. El último panel de Funcas advertía de que la economía nacional apenas crecerá un 1,6% este año 2020, tres décimas por debajo de lo que lo hizo en 2019. Esto afectará, y mucho a la creación de empleo a tiempo completo, que se ralentizará hasta el 1,4% frente al 2,2% con el que los panelistas del think tank estiman que cerró el pasado ejercicio. Por otra parte, la inflación se elevará hasta el 1,1% cuatro décimas más este año.
Un guiso cocido a fuego lento que resulta aderezado por las incertidumbres externas, como la consumación del Brexit el pasado 31 de enero, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y, por si fuera poco, la crisis que el coronavirus ha generado en los mercados. Dentro de casa, el punto de más de sal y pimienta lo aportan la incógnita de si se derogará o no la reforma laboral de 2012 (y en caso afirmativo cómo se hará), el impacto del reciente incremento de SMI (Salario Mínimo Interprofesional) en el empleo o la política fiscal del nuevo Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos, que amenaza con subidas de impuestos a, entre otros, el gasoil.