No es de extrañar que ante las aguas revueltas sobre las que deriva la economía este 2020 la banca prefiera apretar, de nuevo, el cierre del grifo del crédito. En los tres primeros meses del año el volumen de crédito que concederán las entidades financieras a las empresas se situará en torno a los 1,128 billones de euros, un 2,7% menos que en el mismo trimestre de 2019. Tras nueve años de caídas consecutivas, se sitúa así en su nivel más bajo desde 2014, según las previsiones del Gabinete de Estudios Económicos de axesor recogidas en el boletín Pulse elaborado por la agencia de rating del mes de enero.
En el caso del sector inmobiliario, el crédito a ‘las sociedades del ladrillo’ continuará su descenso en tasas superiores al 10% y las hipotecas sufrirán un ajuste a la baja próximo al 6%. Las familias serán las que peor lo tendrán a la hora de financiarse, ya que el desplome será del 19,3%.
Lo cierto es que la banca mira con recelo y cautela las mermadas previsiones de crecimiento económico. El próximo año España crecerá un 1,6%, varias décimas por debajo de lo que lo venía haciendo estos años de atrás y, aunque se creará empleo, el ritmo será también muy inferior al que se producía desde que se iniciase la recuperación en 2014.
En lo que concierne en exclusiva al sector bancario la coyuntura tampoco ayuda. Por un lado, el BCE (Banco Central Europeo) ha decidido mantener los tipos de interés al 0%, incluso no descarta el signo negativo. Recordemos las reveladoras palabras del comunicado emitido por el organismo que preside Christine Lagarde tras la reunión del Consejo de Gobierno a finales de enero, "el Consejo de Gobierno espera que los tipos de interés oficiales del BCE continúen en los niveles actuales, o en niveles inferiores, hasta que observe una convergencia sólida de las perspectivas de inflación hasta un nivel suficientemente próximo, aunque inferior al 2 % en su horizonte de proyección, y dicha convergencia se haya reflejado de forma consistente en la evolución de la inflación subyacente”.
A ello se añade la regulación y los controles de los organismos supervisores que, pese al reciente debate sobre la utilidad de herramientas como los test de estrés, son en opinión de muchos excesivos.
Y, por si fuera poco, en España sobrevuela la amenaza ya manifiesta de la mal bautizada tasa Tobin, aprobada en el Consejo de Ministros del 18 de febrero, y de la latente subida del tipo mínimo del impuesto de sociedades a la banca hasta el 18%. Mayor presión fiscal que se trasladará al último eslabón de la cadena, los clientes.
Aguas revueltas en las que la calma chicha la aporta el dato de morosidad bancaria, que seguirá descendiendo a un ritmo del 18% interanual, hasta los 52.963 millones de euros -la cifra más baja desde septiembre de 2008-. El leve incremento de las contrataciones junto al también sutil incremento salarial como consecuencia, en una parte, del aumento del 5,5% del SMI (Salario Mínimo Interprofesional), y en otra, de la mejora de los sueldos pactados en convenios colectivos que rondará el 2%, son los dos principales aceleradores de este descenso.
Pero también, este mejor comportamiento de los pagos se sostendrá en el probable endurecimiento de las condiciones de acceso al crédito y las exigencias de mayores garantías por parte del conjunto de entidades financieras, que buscan mantener sus niveles de solvencia para cumplir con los cánones impuestos por los reguladores. Factor este último que se convierte en la pescadilla que muerde la cola tanto de la liquidez como de la morosidad. Pensemos en que el nivel del crédito es directamente proporcional al índice de morosidad. Es decir, cuanto menor sea el número y el volumen de deuda menores serán las posibilidades de incurrir en impagos.
Pero, como en la mayoría de los casos, siempre existe una excepción. La encontramos esta vez en el tejido empresarial. La previsible contracción de la demanda motivada por la desaceleración económica, será la causa del repunte (cuatro décimas) de la ratio de incumplimiento en los compromisos de pago de las empresas, desde el 0,68% al 0,72%. Variación mínima pero que marca una tendencia que se prolongará hasta, como poco, el primer semestre del año.
A la vista de lo anterior la conclusión es que, como cantaban Golpes Bajos, corren “malos tiempos para la lírica”, más aún para un tejido empresarial que aún no se ha recuperado de los efectos que provocó la carestía del crédito que se produjo durante la anterior crisis.
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