La industria fue clave para la recuperación económica de España. Tras un violento ajuste que comenzó en 2008, el año de inicio de la gran crisis, emprendió su mejoría en 2012 y actuó como fuerza tractora del crecimiento.
Desde entonces ha sido un sector fundamental para las exportaciones españolas (la mayor apertura al exterior ha sido una constante) y ha servido de herramienta para la diversificación de una economía basada en los servicios.
Su desempeño, no obstante, está lejos de ser perfecto. No ha llegado a recuperar los niveles de producción previos a la crisis y, según la Encuesta de Población Activa (EPA), fue el único sector que en 2018 destruyó puestos de trabajo. El año pasado encadenó además dos trimestres en negativo, una entrada técnica en recesión que, sin embargo, se rompió en los primeros tres meses de 2019. A ello se suma que en 2018 redujo en tres décimas su peso en el PIB, hasta el 16%, según muestran los datos de la Contabilidad Nacional del Instituto Nacional de Estadística (INE). Con ello, la economía española no solo se alejó de la media europea, sino también del objetivo del 20% del PIB fijado para la industria en el horizonte de 2020.