Si algo ha quedado patente a lo largo de estos más de dos meses de Estado de Alarma, es que la crisis sanitaria provocada por el coronavirus arrastrará hasta bien entrado el 2021 una sequía económica cuyo mayor reflejo es el frenazo en el espíritu emprendedor. El mismo que fue actor esencial durante los años de recuperación económica.
Los datos macroeconómicos no invitan al optimismo y desde axesor apuntamos que la economía española se contraerá un 10,8% en 2020 y la tasa de paro alcanzará el 20%. Tras ello subyace una caída del consumo del 8% y, lo que es más crítico, las exportaciones, que han sido motor y pilar de tantas y tantas empresas en la última década, caerán por encima del 26%. Cifras que se trasladan a la economía real, la que protagonizan los autónomos, las pequeñas empresas y los emprendedores, y que se ven agravadas por el mal endémico de la incertidumbre.
De hecho, siempre hemos escuchado a las asociaciones de autónomos y confederaciones de pequeños empresarios de todos los sectores, que el emprendimiento necesita de importantes dosis de seguridad jurídica y económica. Algo de lo que, lamentablemente, se carece a día de hoy. Cierto es que la crisis sanitaria ha dibujado un panorama que no es sencillo de manejar, y habrá que continuar acometiendo nuevas medidas para paliar el impacto económico en los colectivos más vulnerables de un tejido empresarial compuesto por un 98% de pymes y autónomos.
Dicho esto, los últimos datos del Radar Empresarial de axesor reflejan los efectos del cocktail envenenado que nos ha tocado vivir desde el pasado 13 de marzo cuando el coronavirus ‘cuasi’ congeló la actividad económica en España. Hasta abril, la creación de empresas ha registrado su mínimo histórico desde 2008. En lo que va de año apenas se han constituido 26.412 nuevas sociedades, un 24,5% menos que en el mismo periodo de 2019 y casi 3.000 menos que en 2009, ejercicio que hasta ahora contaba con la cifra más baja de toda la serie.
Además, el porcentaje de disminución acumulado es casi tres veces mayor que el que se registraba a finales del mes de marzo, cuando la caída era de un 8,95%.
Pero quizá, lo que más preocupa es que el parón del ímpetu emprendedor se ha extendido a todos los sectores y todas las comunidades autónomas -algo que no ocurría en los meses anteriores-.
Incluso el sector del transporte y almacenamiento, que había tirado del carro de la creación de empresas en lo que llevamos de 2020 por el auge del comercio electrónico, cae un 25,28%. Ni que decir tiene que el emprendimiento en los sectores del comercio y la hostelería, dependientes en gran medida de la actividad turística que en España supone el 12% del PIB, se desploma a un ritmo del 28% y del 21,5%, respectivamente.
Una foto fija en blanco y negro que los emprendedores tienen la oportunidad de volver a colorear. Eso sí, siendo conscientes de que, como dice Iñaki Ortega, economista y director del Deusto Business School, “el emprendimiento es una carrera de fondo” que ahora necesita de una visión más digitalizada, innovadora y global. Y que, además, tendrá que hacer frente a un periodo en el que el consumo se verá mermado por la caída del poder adquisitivo de decenas de miles de hogares. Circunstancia que, por ende, se reflejará en la cuenta de resultados, como viene ocurriendo en los últimos dos meses. En concreto, la facturación de las pymes se ha contraído un 38,2% en abril con respecto a los niveles de hace un año, según el panel Atlax de axesor.
Así las cosas, los emprendedores necesitarán, además de valentía y espíritu aventurero, del respaldo de las administraciones, con medidas de flexibilización fiscal, entre otras, y de la tracción de las grandes empresas del sector privado, a través de alianzas estratégicas o programas que impulsen su digitalización, innovación e internacionalización. Sólo así empezaremos a ver la luz al final del túnel.