La economía española no necesita “pedir prestado” al exterior. Al contrario de lo que ocurría en los peores momentos de la crisis económica, España acumula ya cinco años consecutivos de capacidad neta de financiación frente al resto del mundo. No es necesario apelar al ahorro externo para financiar los proyectos de inversión del país y ese es un elemento clave en una economía con un elevado stock de deuda externa. Así, según refleja nuestro Boletín Mensual de Coyuntura Económica FOCUS brief, recién publicado, el año 2017 se cerró con una capacidad de financiación de 23.081 millones de euros, equivalente al 2% del PIB. Esta fortaleza de la hucha de España es muy buena noticia, habida cuenta de que la mencionada deuda externa neta todavía se sitúa en niveles del 86,5% del PIB, dado que el volumen de obligaciones de pago con el extranjero aún excede ampliamente los derechos de cobro de los agentes económicos españoles, como resultado de años y años acumulando ingentes saldos negativos. Hay que recordar que la UE considera que el nivel óptimo de deuda externa neta para soportar con garantías eventuales shocks financieros es de, como máximo, el 35% del PIB. El resultado es que se dispone de margen para que crezca la formación bruta de capital, sin que también lo haga la financiación externa. Sin embargo, a esta hucha le han salido las primeras grietas, que conviene vigilar de cerca para evitar efectos indeseados. De hecho, la capacidad de financiación actual es ligeramente inferior a la del año anterior y eso se debe a lo que está ocurriendo en los hogares.
En el caso de los hogares no cabe hablar de grietas en la hucha, sino de un verdadero roto, pues cerraron el 2017 con una necesidad de financiación de 3.063 millones de euros (-0,3% del PIB). Es decir, en las familias se está gastando más de lo que se ahorra y esto es la primera vez que ocurre en 10 años. Y es que las rentas están creciendo mucho, pero no porque suban los salarios, sino porque se está generando una gran cantidad de empleo, si bien, empleo de baja remuneración. El resultado es que la tasa de ahorro en relación a la renta disponible para los hogares se ha situado en mínimos históricos del 5,7%.
El mayor endeudamiento de las familias implica que su carga financiera aumenta, reduce su capacidad de respuesta ante posibles variaciones en los tipos de interés y les hace más vulnerables ante cualquier shock económico adverso. Por otra parte, este endeudamiento también tiene una segunda lectura positiva, que es la confianza de las familias en relación con las expectativas futuras, que les lleva a elevar sus decisiones de gasto y a recuperar gasto embalsamado durante la crisis.
No obstante, el gasto de los hogares lógicamente está dirigido hacia bienes de consumo y vivienda, mientras que lo que necesita la economía española para mantener su ritmo actual es invertir en bienes de equipo y maquinaria. Este balance deficitario de los hogares está siendo compensado en buena medida por las empresas, las grandes ahorradoras, con una capacidad de financiación del 2,9% del PIB. Este ahorro es fundamental para financiar la inversión en capital físico y humano. La economía actual se caracteriza por ser global y altamente competitiva. Bajo esas premisas, la inversión en bienes de equipo por parte de las empresas españolas, es clave para elevar la productividad de la economía, produciendo más y exportando más.
Precisamente, España está demostrando un comportamiento sobresaliente en el sector exterior. No en vano, las exportaciones de las grandes empresas crecieron en el primer trimestre a un ritmo superior al 4% intertrimestral, particularmente gracias a la rápida expansión fuera de las fronteras de la UE. De igual modo, esperamos que este año se alcance la racha inédita de seis años consecutivos de superávit por cuenta corriente, una racha que anticipamos que continuará el año que viene. Con una tasa de crecimiento del PIB que prevemos que se situará en niveles próximos al 2,8% este año, la economía española tiene una excelente oportunidad para corregir los desequilibrios que acumula, como las grietas que asoman en la hucha del ahorro. Para ello, una de las claves será orientar el modelo económico hacia actividades de alto valor añadido y mayor productividad.
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