A nadie se nos olvida que fue hace precisamente ocho años, en julio de 2007, cuando la economía americana entró en barrena. El estallido de la burbuja las subprimes llevó al mundo desarrollado a una de las peores crisis que se hayan conocido, quizá solo comparable al famoso crack del 29. Inmediatamente, los analistas financieros pusieron sus ojos en otros países que, al igual que el gigante americano, tenían unos niveles de deuda total sobre PIB muy elevados. En este desequilibrio España figuraba a la cabeza de la lista, conjuntamente con EE UU y Reino Unido.
Es conocido por todos que la economía española entró en una espiral fuertemente contractiva, fruto de ese enorme apalancamiento privado contraído por parte de empresas y familias durante la época de bonanza. La crisis tuvo un efecto desolador, fuerte recesión, cierre de empresas, elevados déficit públicos y también la práctica desaparición de la oferta del crédito para familias y empresas. La cumbre de nuestra crisis, o el momento de máxima atención mediática, puede fecharse en junio de 2012; en ese mes, el Gobierno pidió formalmente ayuda para reflotar parte del sector financiero doméstico. Aún a pesar de la ayuda, la economía continuó cayendo y tampoco mejoraron las condiciones para obtener financiación. Ha sido tan solo desde hace un año y medio, cuando la actividad comenzó a registrar niveles positivos y el crédito parece empezar a recuperarse.
Hoy podemos echar la vista atrás y comenzar a sacar conclusiones. Efectivamente nuestra economía tenía una ratio de endeudamiento privado medido sobre el PIB altísimo, llegó a alcanzar el 235%. En la actualidad, esta ratio se ha reducido en más de 40 puntos (30 por parte de las empresas, 10 de las familias). No es casualidad que la reducción del endeudamiento haya sido mayor en las empresas. Las restricciones para acceder al crédito y las imperiosas necesidades de hacerlo, como son los elevados tipos de interés a pagar, así como la importante caída del negocio, están detrás de esa tónica. El menor ritmo acumulado por las familias se debe a que la mayor parte de la financiación son hipotecas a largo plazo, donde además la familia tiene menores posibilidades de reducción que las empresas por la evolución de sus rentas.
Pero conviene alejarse de los fríos datos e intentar descubrir el principal problema que la financiación empresarial presentaba más allá de las cifras acumuladas. La concentración en los bancos es, a mi juicio, el principal escollo al que nos hemos enfrentado en este sentido y, sin lugar a dudas, el que más se ha dejado notar y más ha agravado a situación.
En efecto la mayor parte de las empresas, incluyendo muchas de las que cotizan, no estaban acostumbradas a buscar financiación alternativa a la bancaria, eran por tanto muy sensibles a un posible estrangulamiento de este tipo de préstamos. Las empresas grandes, incluyendo las del Ibex, no emitían regularmente, salvo alguna excepción, “papel” en los mercados de crédito; no contaban con la experiencia, ni tenían los medios (algunas empresas cotizadas ni siquiera tenían rating que ofrecer a sus posibles inversores) para ello. Las empresas medianas y pymes, en su inmensa mayoría nunca se habían acercado a otro mercado que no fuera el de las entidades de crédito. Por no contar, el país no tenía ni siquiera un mercado de referencia para listar y cotizar las emisiones de renta fija de estas empresas. Pymes de tamaño muy reducido y micropymes estaban totalmente copadas por los bancos o por productos canalizados por los mismos (leasing, renting, factoring, confirming…).
Como hemos visto, esta estrategia, la de la dependencia de los bancos, se ha demostrado que es equivocada. Si por cualquier causa el sector bancario tiene problemas, el crédito se agota o se restringe fuertemente. La empresa ha notado la falta de financiación procedente de los bancos. Sí, era muy fácil para las empresas. Además, se argumentará que la posibilidad de estrangulamiento del circuito bancario era algo muy difícil de que ocurriese; también, que no había otras vías de financiación alternativa suficientemente engrasadas; que el coste era relativamente más barato… Pero son excusas que no dejan de esconder el error de la estrategia. Al igual que se diversifican proveedores y clientes, como clave de la supervivencia de la entidad, los departamentos financieros debían haber ampliado sus fuentes de financiación, precisamente como clave de supervivencia. Esperemos que el ejemplo cunda y que a partir de ahora tanto las escuelas de negocios como las universidades formen a los futuros directores financieros inculcando la necesidad de diversificación.
Pero si la empresa tiene su culpabilidad, no es menos cierto que la estructura financiera de este país era deficiente. Esta carencia fue precisamente recogida en el Memorándum de Entendimiento (MoU, en sus siglas en inglés) que el Gobierno tuvo que firmar para la ayuda financiera de Europa. En uno de sus puntos se recogía la necesidad de desarrollar mercados y canales de financiación alternativa. Fruto de ese compromiso tenemos el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF) donde hoy vemos ya lanzamientos periódicos de emisiones por parte de empresas pertenecientes a diferentes sectores y también en cuanto a vencimientos (pagares, bonos y obligaciones). El MARF para nada es fruto de un capricho pasajero, es una necesidad donde las empresas de tamaño medio encontrarán un gran aliado para establecer sus estrategias de diversificación de financiación y donde en breve veremos la emisión de todo tipo de instrumentos, como pueden ser titulizaciones, project bonds y otras figuras. Por último, cabe destacar que las pequeñas empresas tienen hoy incipientes y prometedoras formas de financiación donde diversificar, como son las plataformas de crowdfunding y crowdlending.
Miguel A. Bernal Alonso, Profesor y coordinador del dpto. de investigación del IEB
Miguel Ángel Bernal es Licenciado en Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, y cuenta con certificados de Opciones y Futuros por el IEB, así como Mercados Financieros e Inversiones Alternativas por BME. Actualmente es coordinador del Departamento de Investigación del IEB, institución para la que además de ejercer como profesor, es autor de diferentes estudios. Además colabora con otras instituciones académicas como FEF, Instituto BME, ICADE, CEU, fundación COPE, ESESA y Cursogram, y es un habitual de principales medios económicos como El Economista. Miguel Ángel Bernal también ha desempeñado importantes puestos de dirección en empresas como Ahorro Corporación y Gesinca.