Nadie creía que en pleno siglo XXI y sin haber superado del todo el impacto de una pandemia que hizo temblar las economías mundiales, el tema de debate dentro y fuera de los medios de comunicación sería el estallido de un conflicto internacional.
Las consecuencias económicas derivadas del mismo no han tardado en hacerse notar y los precios de la energía y de las materias primas han incrementado sobremanera la espiral de presión inflacionista que se inició el pasado verano. En concreto, el precio del barril de Brent ha superado los 129 dólares (más de 117 euros), es decir, se ha casi duplicado con respecto a otoño. El del gas natural se ha disparado un 800%. Y el megavatio/hora ha rebasado la barrera de los 400 euros.
Eso sin contar con el impacto en la cadena de suministros. Muchas compañías del sector del transporte se han visto obligadas a parar sus flotas porque no son capaces de asumir el incremento de costes; Ucrania, conocida como el granero de Europa, ha dejado de suministrar cereales y el campo ya nota los efectos… Todo ello ha disparado la inflación hasta el 7,6% en febrero, superando así todas las previsiones y alcanzando máximos no conocidos desde 1.986. A ello, se añade que la llegada de refugiados está obligando a los Gobiernos a habilitar e incrementar las partidas de gasto, lo que obligará a redistribuir los presupuestos y a ajustar algunas otras destinadas a incentivar la recuperación.
En definitiva, nos estamos empobreciendo aún más, cuando todavía padecemos las secuelas del COVID. Así lo prueban los resultados de Radar Empresarial de Concursos de Acreedores y Creación de Empresas a cierre del mes de febrero, elaborado por axesor an Experian company. Se declararon casi un 7% más interanual, lo que significa que 942 empresas no son capaces de remontar y están a la espera de un milagroso rescate. Si nos fijamos en los datos de disoluciones el panorama es aún peor. Durante los dos primeros meses del año superaron las 16.000, un 12% más que en el mismo periodo del año pasado. Además, el emprendimiento no termina de compensar la balanza. Es cierto que se crean más empresas, pero el ritmo es apenas un 5% superior del que se registraba en los dos primeros meses de 2021. Un frenazo que viene acompañado de una importante contracción de la inversión inicial de más del 22,5% en el capital inicial suscrito, que a finales de febrero fue de poco más de 920 millones de euros frente a los casi 1.190 millones de euros de hace un año.
Además, todo apunta a que las cifras no mejorarán en el corto plazo, sino todo lo contrario. La incertidumbre está frenando las decisiones de inversión y muchos negocios se verán abocados a paralizar su actividad, no sólo por el hecho de no poder asumir los costes, sino también por la propia caída del consumo, especialmente en bienes y servicios que no son de primera necesidad. Afinando algo más, el ocio, que es uno de los sectores dinamizadores de la economía.
Por otra parte, debemos esperar a ver cómo evoluciona el turismo. El panorama actual ha dado al traste con el que parecía que iba a ser el año de la recuperación para el sector. El cierre del espacio aéreo ruso a los países de la Unión Europea, complica la llegada de turistas, y no solo rusos, a los destinos. Además, hay que contar con el importante mordisco que supone para las compañías aéreas y hoteles el desmesurado incremento de los costes energéticos que, tarde o temprano, tendrán que repercutir en los precios de vuelos y paquetes turísticos.
En definitiva, son tiempos en los que toca volver a contener la respiración, hacer cuentas y replantearse la hoja de ruta de las economías en el camino hacia el nuevo orden mundial.