Era algo que entraba dentro de la lógica. Si durante los dos primeros meses de este 2020, el impulso emprendedor perdía fuerza por la desaceleración gradual en la que se sumergía la economía española, el COVID-19 ha acentuado la tendencia en marzo. Es un hecho que, en España se crean menos empresas que hace un año.
En concreto y durante el primer trimestre de 2020 un 8,95% menos interanual, según los datos del Radar Empresarial de axesor. Esto significa que frente a las 26.023 empresas que se crearon entre enero y marzo de 2019, en este 2020 se han creado 23.693, es decir, 2.330 menos. Para que nos hagamos una idea de la magnitud, la cifra equivale al 13,5% del total de empresas inscritas en Seguridad Social en Navarra (17.231), al 14,43% de las de Cantabria (16.150) o al 23% de las de La Rioja (10.132).
Si analizamos por sectores, los que más sufren la caída son, precisamente, los que se califican de motores de la economía española, comercio, construcción y hostelería. Hasta la irrupción de la pandemia, entre los tres representaban cerca del 25% del PIB (Producto Interior Bruto). Cifra que queda en el aire hasta que se recupere la “nueva normalidad” y se compruebe cuál ha sido el verdadero “contagio” en la economía española. Por el momento, durante el primer trimestre de este año, la economía española se contrajo un 5,2% según los datos de contabilidad nacional publicados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) el pasado 30 de abril, siendo construcción y servicios los que mayores caídas registraron (-8,1% y -5,6% respectivamente). Es más, dentro de estos últimos -y tras las actividades artísticas y recreativas (-11,2%)- son aquellas relacionadas con el comercio, transporte y hostelería las segundas con mayor retroceso, aportaron un 10,9% menos a la economía que durante los tres primeros meses de 2019.
A la vista de estos datos y, de las restricciones que tendrán que asumir los negocios durante y después de la desescalada (entre ellas la limitación de los aforos al 30% y la reserva de horarios para atención a personas mayores), es previsible que la fotografía del tejido empresarial de España se transforme.
En primer lugar, la digitalización de los negocios será clave para su supervivencia. La crisis sanitaria ha acelerado, sin duda, el cambio en el comportamiento de los consumidores. Las compras online han supuesto un salvavidas para muchos. Frente al 23% de crecimiento promedio anual en el último lustro, algunos estudios apuntan que el consumo vía comercio electrónico se ha disparado un 55%. Cifra que todo apunta se convertirá en estructural. Así, la conclusión inmediata es “digitalizarse o morir”.
Además, en torno a este nuevo paradigma han surgido miles de oportunidades de negocios que están siendo aprovechadas por emprendedores vocacionales y que podrían rescatar de la lista del paro a quienes han perdido sus puestos de trabajo por la crisis sanitaria. Algo que ya ocurrió en la anterior crisis de 2008, cuando el emprendimiento ejerció de salvavidas para muchos.
Aparte de los servicios de transporte de última milla -último e imprescindible eslabón en la cadena de las compras por internet- las actividades tech o, lo que es lo mismo, las relacionadas con las tecnologías, se encontrarán entre las más demandadas. Programadores, desarrolladores e ingenieros serán piezas clave en una sociedad mucho más digitalizada, automatizada y robotizada en la que las aplicaciones móviles se convertirán en nuestros fieles aliados para pagar una compra, reservar en un restaurante o alquilar un vehículo.
Relacionado con lo anterior, la impresión 3D será otro de los ámbitos por los que apostar. Pensemos los miles de viseras creadas por los markers (personas que se dedican a realizar impresiones en 3D desde su propio hogar), que han sido distribuidas de forma altruista entre sanitarios en los distintos hospitales españoles. En este punto ya existen ejemplos de empresas en nuestro país que emplean esta tecnología. Por ejemplo, Grupo Hergar, creadores de las marcas de calzado Callaghan o Gorila entre otras, fueron pioneros en emplear esta tecnología para crear zapatos 3D.
Un tercer sector que se prevé será puntero será la silver economy (economía del envejecimiento) que engloba desde la industria farmacéutica, a residencias de ancianos, servicios de ocio y de bienestar físico y emocional… El envejecimiento de la población será un filón para muchos emprendedores. Cada vez hay más personas mayores de 65 años que, además, se consideran cada vez más jóvenes (“los 65 son los 80 de hace cinco décadas”) y, por tanto, demandan productos y servicios que cubran nuevas necesidades. Otro factor a tener en cuenta es que este segmento de población cuenta, en líneas generales, con un poder adquisitivo más elevado y priman la calidad frente al precio a la hora de consumir.
Asesoramiento financiero personalizado, actividades deportivas y de entretenimiento on-line y educación a distancia serán también focos de atracción de emprendedores. Y lo que es más importante, despertará y retendrá mucho talento que hasta ahora permanecía bajo el paraguas de la cuenta ajena o se veía obligado a hacer las maletas por la falta de oportunidades.
En definitiva, la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 nos está dejando una grave crisis económica, pero también es una puerta a nuevas oportunidades para el emprendimiento.