El mercado de la vivienda ha dejado de crecer en España. Desde 2015, superada una crisis económica de origen internacional pero muy agudizada por la burbuja inmobiliaria, habíamos visto cómo se registraban avances en el entorno del 10%, en ocasiones incluso superiores. 2019, sin embargo, va a ser un año de retroceso en la compraventa de vivienda.
Hubo voces que pronosticaron lo contrario. Y es que había elementos para hacerlo: ahí están el aumento de los precios del alquiler, desorbitados en ciudades como Madrid y Barcelona, y el abaratamiento de las hipotecas. El precio de estas ha alcanzado niveles realmente asequibles gracias a unos tipos de interés históricamente bajos que han dejado al euríbor en negativo y a la búsqueda por parte de los bancos de un aumento de su volumen de negocio que compense el deterioro de sus cuentas de resultados. La que ya se conoce como guerra de las hipotecas, tanto en tipos variables como fijos, ha servido para mejorar aún más las condiciones para los prestatarios. Hay ya entidades que ofrecen hipotecas a tipo fijo por debajo del 2% y a 30 años.
Y, sin embargo, las operaciones de compraventa de viviendas en España descienden. Lo han hecho en un 1,69% en los primeros ocho meses del año. En el mes de agosto se cerraron de hecho 35.371 transacciones que suponen, ni más ni menos, una caída interanual del 20,76%, si bien es cierto que la vivienda nueva logró seguir creciendo un 3,1%. En septiembre, la bajada que ha anunciado recientemente el Instituto Nacional de Estadística (INE) es del 12%.
La previsión del Gabinete de Estudios Económicos de axesor, publicada en el último Boletín Trimestral de Morosidad PULSE, es que el año termine con 494.904 operaciones, una caída del 3,9% frente al total de compraventas de 2018.
También el número de transacciones hipotecarias registró un fuerte descenso en agosto: las 20.385 que tuvieron lugar supusieron una caída del 29,11%.
Hay quien atribuye parte del desplome a la nueva Ley Hipotecaria, que entró en vigor a mediados de junio y que fue aprobada con la intención, entre otras, de dar mayor tranquilidad a los prestatarios y alejar los fantasmas que, en este aspecto, dejó al descubierto la crisis: cláusulas abusivas, letra pequeña, complejidad en los contratos, etc. Podría decirse que el objetivo de la ley, que es realmente una transposición con retraso de la regulación europea, es otorgar una mayor protección a los clientes que contratan una hipoteca, elevando la transparencia en la fase precontractual, así como incrementando las obligaciones y costes que asumen las entidades bancarias. Una de las novedades que incluyó esa ley fue que la documentación tiene que estar en el notario al menos diez días antes de que se proceda a la firma.
Más allá de la influencia que haya podido tener el cambio de normativa en los datos, los analistas también apuntan la influencia de la ralentización económica que se vive en el país y la incertidumbre general por la parálisis política que ha conducido a la repetición de las elecciones el 10 de noviembre.
La previsión del Gabinete de Estudios Económicos de axesor es que el mercado hipotecario se vaya comportando de manera más irregular de lo que lo ha hecho hasta ahora, con importantes oscilaciones según el mes. Así, esperamos caídas interanuales tanto en el número de hipotecas, como en su importe agregado. Estimamos que el año terminará con un total de 345.186 transacciones hipotecarias, que supondrán solo un ligero incremento, del 0,7%, respecto a las de 2018, y con un importe acumulado de 41.486,8 millones de euros, un aumento del 2,1% frente al año pasado. Estas cifras suponen una clara señal de estancamiento frente a los crecimientos de dos dígitos de los últimos años.
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