La actividad concursal despierta y lo hace abruptamente. El número de concursos de acreedores iniciados por sociedades mercantiles creció en el primer trimestre del año un 16,1%, hasta alcanzar la cifra de 1.119, el dato más elevado desde el año 2015. Esto tiene lugar en un momento en el que ruido de los tambores de la desaceleración se ha hecho más evidente. Uno de los datos más llamativos en esta estadística concursal es el de la industria manufacturera, cuya evolución constituye la primera voz de alarma, al registrar fuertes incrementos de dos dígitos. Este sector es esencial para las exportaciones españolas y constituye uno de los pilares del actual ciclo expansivo, así como una de las herramientas clave para diversificar una economía que actualmente está volcada en las actividades de servicios. Pues bien, lo ocurrido es que la industria manufacturera ha registrado 170 concursos en el primer trimestre, un 20,6% más que el año pasado y una cifra no vista desde el ejercicio 2015.
Pero las cifras correspondientes a marzo son aún más impactantes: el mes pasado se iniciaron 79 procesos formales de insolvencia en el sector, un incremento relativo de nada menos que el 61,2%. De hecho, hay que remontarse hasta el mes de octubre del año 2015 para encontrar uno donde la industria manufacturera registrara un número mayor de concursos. Y en lo que se refiere estrictamente a marzo, ha sido el mes de marzo con más concursos en el sector desde el año 2014.
La industria manufacturera abarca un gran número de actividades, como alimentación, tabaco, textil, madera, química, farmacia, petróleo, la fabricación de minerales metálicos y no metálicos, equipos informáticos y eléctricos, maquinaria o vehículos de motor. De acuerdo con los datos del INE la industria manufacturera inició a mediados de 2008 un drástico ajuste que le llevó a perder casi un 18% de su valor en el transcurso de cuatro años. A partir del año 2012 emprendió una sólida recuperación que le hizo situarse el año pasado por encima de los máximos previos al estallido de la burbuja, con un PIB de prácticamente 152.720 millones de euros, equivalente al 12,6% del PIB nacional, lo que pone de manifiesto la relevancia que ha alcanzado.
Sin embargo, el contexto actual es de desaceleración económica. El PIB cerró el año 2018 con una tasa de crecimiento del 2,6%. Es un resultado robusto, muy por encima del promedio europeo, pero abandonando definitivamente los ritmos superiores al 3% registrados consecutivamente en 2015, 2016 y 2017. Para este año nuestro pronóstico es que la expansión sea del 2,3%, mientras que en 2020 ya se situaría por debajo del 2%, lo que no sucede desde el año 2014.
La industria manufacturera ha dado, en suma, el primer aldabonazo. Pero no es el único sector en apuros. El comercio está registrando una dinámica de un creciente número de concursos, profundizando la tendencia que inició el año pasado. Así, las insolvencias judiciales aumentaron un 23,9% en marzo. En el conjunto del primer trimestre, también se alcanzan cifras no vistas en años, con un total de 266 incidencias, la más alta para ese periodo temporal desde 2015.
Y hay más: los otros dos sectores que acumulan más de 100 concursos en el año también van in crescendo. Es el caso de la construcción, que cierra el primer trimestre con 196 incidencias (+1,55%) y la hostelería, que llega a 102 casos con un incremento del 67,2%. Hay que matizar que todos los sectores se encuentran todavía en niveles bajos, muy lejos de las vertiginosas cifras que llegaron a alcanzarse en los momentos más difíciles de la crisis, especialmente de 2013, cuando se registró en España el récord de concursos iniciados por sociedades mercantiles, con más de 8.820 incidencias.
Desde entonces se han aprobado varias reformas destinadas a flexibilizar la fórmula concursal y tratar de que constituya una verdadera segunda oportunidad para las empresas en problemas. Pero la realidad es que éstas siguen acogiéndose al concurso como último recurso, cuando generalmente ya es demasiado tarde para lograr un acuerdo que dé viabilidad a las compañías. Tan es así, que más del 95% de los concursos concluyen sin acuerdo con los acreedores y, por lo tanto, desembocan en el cierre de la sociedad afectada. Buscar fórmulas para hacer más efectivo el mecanismo concursal se convierte en otro de los retos para la economía, máxime en un momento en el que el ruido de la desaceleración coge fuerza y el número de insolvencias judiciales vuelve a crecer, tal y como ha puesto de manifiesto la industria manufacturera.