Poco a poco el otoño empieza a dejarse notar en el hemisferio norte. Cada vez hay menos horas de luz solar; la bajada general de temperaturas se hace más evidente en determinadas horas del día y llegan los primeros resfriados otoñales. A la economía española parece estar pasándole algo parecido. El largo y cálido verano del que ha estado disfrutando el crecimiento (cinco años consecutivos de expansión), empieza a perder fuerza. Así lo refleja nuestro último Boletín Trimestral de Coyuntura Económica FOCUS, en el que nuestro Gabinete de Estudios Económicos afirma que “la desaceleración es un hecho”. El ritmo de crecimiento seguirá siendo muy elevado, pero las primeras señales del otoño están ahí: de crecer un 3,1% en 2017, pasaremos este año a una tasa del 2,7% y para 2019 nuestro pronóstico es del 2,4%. En el informe se anticipa además una senda más próxima al 2% en los años venideros, un nivel que nuestro equipo de expertos no considera preocupante. De momento, las nieves no llegarán a nuestra economía, el invierno no se está acercando. Pero no conviene ignorar los primeros vientos del otoño.
Las primeras manifestaciones de este cambio de temperatura proceden de factores exógenos, según se explica en el FOCUS: la subida del precio del petróleo, el menor crecimiento en Europa (el principal cliente de las exportaciones españolas) y el descenso del turismo (destinos mediterráneos más económicos como Túnez, Turquía o Egipto empiezan a morder cuota de mercado a España).
¿Y de qué manera están repercutiendo estos primeros vientos otoñales? La principal señal de alarma la está dando el empleo. Tras un promedio de 500.000 nuevos puestos de trabajo al año desde 2014, la capacidad de la economía española para seguir creando puestos de trabajo muestra sus primeros síntomas de agotamiento. Nuestro escenario base todavía contempla la creación de 800.000 empleos entre 2018 y 2019. Pero si el otoño se intensifica en el crecimiento económico y la desaceleración se hace más pronunciada. Septiembre, el mes de transición del verano al otoño es siempre un mes de contrastes y éstos también se han reflejado en el empleo: los últimos datos reflejan un incremento de la afiliación a la seguridad social en 22.899 personas, pero al mismo tiempo también ha crecido el paro registrado en 20.441 nuevos demandantes.
Este resfriado del crecimiento del empleo se está dejando notar en el consumo privado. Igual que el organismo debe prepararse para adaptarse al cambio de estación, las familias también precisan ajustar su ritmo de gasto a la renta disponible: con la tasa de ahorro en mínimos históricos, el consumo privado se ralentiza de manera visible y para el año que viene anticipamos un escaso avance del 1,1%.
Esta desaceleración del consumo privado coincidirá con un clima internacional sensiblemente menos benigno que el que habíamos venido disfrutado: la política monetaria será menos expansiva; la deriva proteccionista se extiende; el populismo gana auge en algunos países europeos, particularmente en Italia; el Brexit, cuyas negociaciones están peligrosamente estancadas, debería materializarse el 29 de marzo del año próximo; las turbulencias se extienden por algunos países emergentes, destacando el caso de Argentina, y todo ello sin olvidar las burbujas que se están gestando sobre algunos mercados financieros.
Y si una de las grandes características del otoño es la caída de las hojas, lo que está cayendo en el caso de la economía española son las exportaciones. Es un hecho destacable que España está perdiendo cuota de mercado real en el mundo, al ser su ritmo de crecimiento de las exportaciones inferior al crecimiento mundial del comercio de bienes, situándose ahora en el 1,9%.
En todo caso, la economía española aún afronta estos primeros vientos otoñales en buena forma, avanzando claramente por encima de su crecimiento potencial. Todavía hay margen para tomar medidas para prepararse para los cambios en el ciclo que pueden ocurrir a partir de ahora. En este sentido, la economía española haría bien en proporcionarse una buena ración de uvas, una de las frutas más típicas del otoño, en forma de productividad: las uvas aportan vitaminas y minerales esenciales como el hierro y la economía española necesita sin duda fortalecer su productividad, una de las principales carencias de la actual fase expansiva.
En todo caso, la economía obviamente no tiene por qué seguir la misma evolución que las estaciones. En la capacidad para profundizar en
un modelo de crecimiento con menos endeudamiento público, menos vulnerabilidad financiera y mayor productividad está la clave para transformar estos vientos otoñales en una nueva primavera.
DESCÁRGATELO AHORA