Powell & Draghi. Draghi & Powell. Los dos grandes 'señores del dinero' ya han cartografiado las aguas monetarias de 2019. Y prometen un año de lo más interesante.
El año de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, porque en 2019 pondrá a prueba la solidez del 'superciclo' económico norteamericano con más subidas de los tipos de interés. Y el de Mario Draghi, mandamás del Banco Central Europeo (BCE), porque el próximo año, el de su despedida de la institución, pondrá en marcha el aumento de los intereses. La última vez que la Eurozona vivió un encarecimiento del precio del dinero fue en 2011.
Por partes. Julio de 2009. EEUU deja atrás la recesión. El motor de la mayor economía del mundo vuelve a rugir. Sin demasiada fuerza, eso sí, pero el caso es que sube de revoluciones. Y así sigue, nueve años después, para citarse con la historia. Y con un desafiante 2019.
Según la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), EEUU transita ya por el segundo ciclo expansivo más largo de su historia. Los 108 meses conquistados ya en junio lo acercan otro ‘pasito’ más al más longevo de siempre, los 120 meses enganchados entre 1991 y 2001.
Estados Unidos, por tanto, lo tiene al alcance de su mano. Y también su presidente, Donald Trump, para el que marcar un nuevo récord durante su mandato supone un ‘caramelo’ demasiado goloso como para dejarlo escapar. Incluso los pronósticos más lúgubres, los que mencionan que a EEUU le ‘toca’ ya una recesión, la fechan como pronto hacia finales de 2019, con lo que aún tendría espacio para superar esos 120 meses.
MÁS ALLÁ DEL KILÓMETRO 30
Por el camino, eso sí, tendrá que sudar lo suyo. Porque al agotamiento propio de un ciclo tan largo se le sumará otro reto: el de la aceleración de la subida de los tipos de interés por parte de la Fed. En 2015, que fue cuando el banco central de EEUU comenzó a elevar los intereses, los elevó una vez; en 2016, otra; en 2017 ejecutó tres aumentos; y en 2018 ya lleva dos, en marzo y en junio. En este intervalo, el precio del dinero ha pasado del mínimo histórico del 0-0,25% en el que se mantuvo de 2008 a 2015 al 1,75-2%.
Pero el proceso de normalización monetaria no ha finalizado. Su hoja de ruta contempla otras dos subidas en 2018 –para un total de cuatro, cuando a comienzos de año se esperaban tres- y tres adicionales en 2019. En total, 12 repuntes, que conducirían los tipos al 3-3,25%.
Desde un punto de vista histórico, este nivel aún sería bajo. En el anterior precedente, por ejemplo, la Fed endureció los tipos hasta el 5,25% entre 2004 y 2006. Pero teniendo en cuenta el carácter extraordinario del ciclo actual, con unos intereses que llegaron a ser recortados hasta el 0% y con una entidad que bombeó más de 3,5 billones de dólares entre 2008 y 2014 mediante tres programas sucesivos de expansión cuantitativa (QE1, QE2 y QE3), ese 3-3,25% tiene ya su importancia.
Y más aún para una economía que camina ya por una parte avanzada del ciclo expansivo. Si fuera un maratón, habría superado ya el kilómetro 30, con lo que el ‘muro’, ese enemigo traidor que nunca anuncia su llegada pero que siempre espera, ese riesgo al que se expone cada corredor, bien por la fatiga física, bien por el desgaste mental, ya acecha a la economía estadounidense. Y aguarda en un momento en el que las condiciones monetarias se están endureciendo y en el que el ‘chute’ de la rebaja fiscal de Trump, polémica por llegar en un momento de crecimiento y de notable desequilibrio en las cuentas públicas norteamericanas se irá disipando. Con el añadido de que la Fed seguirá adelgazando su balance, una ‘dieta’ iniciada a finales de 2017 y mediante la que terminará sacando del sistema 50.000 millones de dólares al mes a partir del último trimestre de 2018.
Este mejunje es el que anticipa un delicado 2019. Porque será entonces cuando cada subida de la Fed pesará más que la anterior a fuerza de ir acumulándose, cuando la reforma fiscal de Trump se irá desvaneciendo y cuando se conocerá con mayor precisión si las escaramuzas comerciales actuales no van más allá o si, por el contrario, desencadenan una auténtica guerra comercial. De ahí que el exbanquero de inversión de Goldman Sachs y actual presidente de la Fed de Minneapolis, Neel Kashkari, ya haya pedido en distintas ocasiones a sus ‘colegas’ en el banco central estadounidense que no sobreactúen y que no corran demasiado a la hora de subir los tipos.
Su visión, sin embargo, no es la que manda ahora en la Fed. Y los efectos secundarios de las decisiones ya adoptadas y anunciadas se agolpan. Como en las divisas, con el dólar apreciándose con fuerza contra las divisas emergentes y contra las desarrolladas, como contra el euro, que ha pasado de los 1,25 a los 1,16 dólares entre febrero y junio. O como en la deuda pública, con un repunte más acusado de los rendimientos de los títulos a corto plazo, para nutrir así el temor a la ‘curva invertida’, es decir, esa situación en la que la rentabilidad de la deuda a corto plazo es superior que la de la deuda a largo plazo, anomalía que ha predicho las siete últimas recesiones en EEUU. O como en los mercados emergentes, con salidas de capital y fuerte castigo a sus divisas, algo en apariencia ajeno a la Fed, salvo que cause algún ‘accidente’ serio que trastoque la estabilidad financiera internacional. Por ahora, Argentina, Brasil o Turquía, cada uno con sus particularidades, han sufrido los impactos más directos, pero habrá que comprobar si se produce un efecto contagio mayor en economías como la chilena, la colombiana o la peruana o si el rescate proporcionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a Argentina actúa como cortafuegos.
La Reserva Federal, sin embargo, no se inmuta. Afrontará el desafío. Se apoya en un crecimiento que este año, según los cálculos de la Fed, alcanzará el 2,7%, superior al 2,3% de 2017; en un paro que bajará hasta el 3,8%, tasa en la que ya se encuentra y que supone el nivel más bajo desde el año 2000; y en una inflación que volverá al objetivo del 2%. Otros datos quedan en un segundo plano. Como los relativos a una deuda pública que ya equivale al 107% del Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense o a una deuda de los hogares que supera por vez primera los 13 billones de dólares -13,2 billones al cierre del primer trimestre, según los datos de la Fed de Nueva York-, con cerca de 9 billones en deuda hipotecaria. El anterior récord, marcado en 2008, consistía en un volumen total de 12,7 billones de dólares.
PREPARADOS, LISTOS...
El panorama del BCE es distinto. Draghi, en el cargo desde noviembre de 2011, aún no ha estrenado su casillero de subidas de los tipos. Ni una vez los ha aumentado. Pero su intención es hacerlo, aunque sea en una única ocasión, antes de ceder la campana de mando de la institución en noviembre de 2019.
Para ello, primero detendrá las compras de activos en el mercado a finales de 2018. Iniciadas en 2015, estas adquisiciones de deuda pública y privada concluirán en diciembre con 2,6 billones de euros a sus espaldas. A partir de ahí, Draghi se ha dado tiempo para calibrar cómo se comporta la economía antes de subir los tipos, algo que se hará esperar “hasta al menos durante el verano de 2019”.
El mercado ha marcado en rojo la reunión del 12 de septiembre de 2019. Ahí es cuando Draghi podría estrenar su cuenta de subidas. Queda un mundo, demasiado incluso, pero el BCE ha optado por definir una orientación de expectativas (‘forward guidance’) de semejante magnitud para dar visibilidad a su estrategia y no coger a nadie con el pie cambiado. Aquella máxima de que la política monetaria debe sorprender para ser efectiva ha quedado desterrada por completo.
Nada de sorpresas. Ni de prisas. Esas se las deja Draghi a Powell. Sucesor de Janet Yellen al frente de la Fed desde febrero de este año, ya le ha dado tiempo a subir los tipos en dos ocasiones. Y más veces que lo hará. Y así, con esa velocidad, encarará el muro. Lo hará en 2019, coincidiendo con el adiós de Draghi. ¡Menudo año nos espera!
Pedro Calvo, Director de Invertia.
Licenciado en Periodismo y Doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra, Pedro Calvo es actualmente el director de Invertia, anteriormente fue director de Bolsamanía y trabajó en El Confidencial, donde fue responsable de la sección de Economía y Mercados, y en los diarios de información económica El Economista y Expansión, en los que cubría la información sobre bancos centrales, divisas y macroeconomía. Es autor del libro "Gowex, la gran estafa" (Deusto).