Han tenido que pasar casi 10 años para que el PIB español cierre la brecha que se abrió con la crisis financiera mundial. Aún quedan algunos desafíos, como la recuperación final del empleo, o la mejora de la capacidad adquisitiva, que debe ir de la mano de un modelo de producción centrado en el valor añadido. También se han logrado muchos avances, por ejemplo, es llamativa la fuerte internacionalización de las empresas de nuestro país. Así, la inversión española en el extranjero ha pasado de 21.346 millones de euros en 2012 a 33.767 millones en 2016, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Economía. En cuanto a la financiación empresarial, ahí es necesario profundizar en la senda abierta hacia una mayor diversificación de las fuentes de financiación. No es casualidad que el sector financiero español fuera uno de los que tenía una de las más densas redes de oficinas de toda Europa. Y es que el tejido empresarial español ha estado siempre profundamente bancarizado. En los años previos al estallido de la crisis, la política de préstamos de la banca a las empresas era tan agresiva que casi parecía un buffet libre del estilo “all you can eat”. Afortunadamente, el menú se ha sofisticado y cada vez hay más opciones.
El plato estrella sigue siendo el crédito bancario. La rebaja de los tipos de interés hasta niveles del 0% y el plan de compras masivas de bonos por parte del BCE, a un ritmo de 60.000 millones de euros al mes, ha propiciado una abundancia de liquidez que ha permitido a los bancos retomar parcialmente la política agresiva de créditos (las exigencias en términos de accesibilidad, precio, plazos y covenants son netamente superiores a las que había en los años de la burbuja). Pero el propio Banco Central se apresta ahora a rebajar la intensidad de su política expansiva, en busca de una anhelada normalización y los bancos están tomando buena nota. Por eso, una de las enseñanzas de la crisis es que la financiación corporativa tiene que seguir una dieta cuanto más equilibrada, mejor.
En este sentido, es destacable el hecho de que las ampliaciones de capital han recuperado en la segunda mitad del año un enorme dinamismo. De acuerdo con nuestro último Radar Empresarial sobre ampliaciones de capital, que acaba de publicar el Gabinete de Estudios Económicos, las empresas españolas han captado en lo que va de año 34.741 millones de euros, un 37,6% más que el año pasado. Y no solo se trata del sector financiero. Hay otras actividades que también registrando unos significativos importes en lo que va de año. Es el caso del inmobiliario, con 8.128,5 millones (+68,2% en términos relativos) entre enero y septiembre; el de actividades profesionales científicas y técnicas, con 4.134,4 millones de euros (+98,1%); la construcción (2.578,6 millones de euros, un 1,36% más); el de hostelería, con 962,8 millones de euros (+44,1%); información y comunicaciones, con 435,8 millones de euros (+43,6%) o el de suministro de energía eléctrica, gas y vapor, con 427,41 millones de euros (+61,1%), por citar algunos de los sectores que han logrado una notable movilización de dinero vía ampliaciones de capital.
Pero también están llegando otros platos innovadores para un público poco acostumbrado a sabores exóticos como, por ejemplo, el direct lending, financiación directa a empresas sin pasar por la intermediación bancaria. Esta es una actividad que está creciendo exponencialmente en nuestro país, hasta el punto de que un experto sostenía recientemente en un foro en el que participó Axesor Rating que actualmente hay cerca de 250 de fondos internacionales de direct lending dispuestos a invertir en España, 10 veces más que hace tan solo tres años. Sin duda, la irrupción de las Fintech, que aprovechan las nuevas tecnologías para la actividad de otorgar financiación, ha proporcionado el impulso necesario para que el direct lending comience a ser el plato de moda en algunos sectores.
Una de las opciones que paso a paso se va consolidando en la carta de la financiación empresarial es la de la renta fija. Hace unos pocos años, los precios de esta opción eran prohibitivos y era impensable plantear una emisión de deuda por debajo de 200 o 250 millones de euros. La renta fija solo estaba, pues, en el menú de las más grandes corporaciones. Hoy en día, gracias a mecanismos como el MARF (Mercado Alternativo de Renta Fija), este plato se va haciendo más popular, sin perder ni un ápice de las exigencias de calidad que acreditaba en los tiempos en los que era un recurso exclusivo de las grandes empresas. De acuerdo con los datos que maneja BME (Bolsas y Mercados Españoles) desde su puesta en marcha, el MARF lleva 6.500 millones de euros emitidos en diversos formatos temporales (tanto a largo, como a corto plazo) y además con una amplia variedad de estructuras (bonos, pagarés, bonos de titulización, bonos de proyecto…). Nuestra agencia de rating ha acompañado desde el principio a las empresas que se han planteado la opción de incluir al MARF dentro de su menú financiero, hasta el punto de que somos responsables de la inmensa mayoría de las calificaciones crediticias de las empresas que han emitido en este mercado.
Y es que los grandes chefs de la renta fija van ideando cada día nuevas fórmulas, como agrupar facturas de diversas empresas para crear productos de inversión estructurados, que hacen accesible la financiación alternativa a empresas cada vez más pequeñas y con necesidades de escaso volumen. Los ingredientes clave con los que debe contar cualquier empresa que esté sopesando esta posibilidad son: contar con un buen perfil crediticio y con un plan de negocio claro y que tenga credibilidad para la comunidad inversora.
Sin financiación no puede haber actividad empresarial, pero cuanto más variadas sean las alternativas, más resistentes serán las empresas y menos problemas tendrán para hacer frente a sus compromisos, por lo que todos, bancos incluidos, salen ganando con la diversificación de las fuentes de financiación.