Desde que comenzó el año, los mercados de renta variable no han parado de subir: de enero a junio, la bolsa europea se revalorizó cerca de un 5%, en un entorno muy positivo en el que los buenos datos macroeconómicos surtían efecto, así como las positivas expectativas empresariales. Mercados como Francia, con ganancias superiores al 5%, Alemania o Italia, con subidas cercanas al 7%, o España, con el Ibex ganando más de un 11%, despuntaban con fuerza.
También, a pesar de las advertencias de los más agoreros sobre sus altos precios y limitado potencial alcista, llamaban la atención las ganancias de la bolsa estadounidense, con el índice tecnológico Nasdaq subiendo un 14%, mientras las acciones de las empresas de los países más representativos del mundo emergente también ofrecían alegrías, de dos dígitos en algunos casos, a los inversores.
En este entorno de confianza y subidas en los mercados bursátiles, los inversores españoles se están alejando de mercados más conservadores, como pueden ser los monetarios y de renta fija, y acercando cada vez con más fuerza a la renta variable, ya sea a través de inversiones directas o indirectas, por ejemplo vía fondos.
De hecho, los expertos coinciden en señalar que, en un mundo con tipos en mínimos, un crecimiento en aumento y unos bancos centrales aún cautelosos a la hora de retirar estímulos y subir tipos (aunque ya han activado los resortes en Estados Unidos y empezarán a hacerlo próximamente en Europa), los activos de riesgo son la solución, la única solución. Y por eso, creen que la renta variable, sobre todo en Europa pero también en el mundo emergente -debido a sus valoraciones más atractivas-, constituye el principal foco de oportunidades. En renta fija, las alternativas serían algunos segmentos de deuda corporativa (principalmente high yield, gracias a sus mayores rentabilidades) y también, deuda emergente. Es decir, manda el riesgo, y el consenso parece no ofrecer fisuras.
No hay alternativas, dicen muchos, a pesar de que los precios en algunos casos empiezan a alarmar. Sobre todo en el mercado bursátil estadounidense: ¿hasta qué niveles puede revalorizarse? La alerta roja está sobre la mesa, aunque los inversores hacen oídos sordos y las acciones siguen subiendo, como si fuera imposible un comportamiento en la dirección contraria.
Esa actitud de mayor tolerancia al riesgo resulta inevitable, en un entorno en el que no solo las rentabilidades de los mercados de renta variable sorprenden positivamente sino también las de los mercados de deuda o monetarios brillan por su ausencia. Y así se justifica el movimiento de los inversores hacia las bolsas, en un ejercicio de confianza máxima que parece irreversible.
Pero, ¿realmente lo es? Algunos expertos en sus recomendaciones, junto a la renta variable y los mercados de riesgo, hablan de la necesidad de tener gran parte de la cartera en liquidez. Es decir, adoptar una estrategia barbell, que se caracteriza por una asignación a activos extremos entre sí (en este caso, bolsa y efectivo). Efectivo, en primer lugar, para aprovechar oportunidades si el mercado corrige, pero también para estar a cubierto por si llega algún cisne negro que venga a perturbar la paz de unos mercados muy tranquilos en apariencia. Decía Warren Buffett que tener liquidez puede resultar incómodo pero no tanto como hacer algo estúpido. Y a esta idea se remiten muchos expertos.
¿Hay algo que temer?
De hecho, y en un entorno en el que la volatilidad está en niveles mínimos y los inversores sumidos en la complacencia, cualquier sorpresa inesperada puede provocar correcciones. Aunque a nivel global se espera que la economía se siga acelerando y siga dando fuel a los mercados de acciones, la conjunción de la reducción de los márgenes de mejora, unos bancos centrales que han de gestionar con cautela la normalización monetaria y la solo momentánea desaparición de los riesgos políticos hace plantearse si están justificados los niveles actuales, en mínimos, de volatilidad.
En primer lugar, porque los riesgos políticos, aunque han desparecido de momento de escena tras las elecciones en Holanda y la victoria electoral de Macron en Francia -que han relegado al populismo europeo a un segundo plano-, así como por la relativa calma en otras regiones como Oriente Medio o Corea, podrían volver a encenderse con una mínima chispa –por ejemplo, en las próximas elecciones de Alemania, o con nuevos pasos bélicos impulsados por Rusia, Corea del Norte o EE.UU., sin olvidar en España el reto independentista en Cataluña-.
En segundo lugar, porque no se pueden perder de vista las decisiones de los bancos centrales, que podrían poner a los mercados de renta fija en dificultades: caben pocas dudas sobre el riesgo que afronta el activo en el futuro, cuando las políticas monetarias vuelvan a la normalidad y pinchen la burbuja. Para empezar, se espera que en septiembre la Reserva Federal comience a reducir su balance, y a finales de año acometa una nueva subidas de tipos, haciendo tres más a lo largo de 2018. Mientras, el BCE podría esperar a la segunda mitad de año para anunciar rebajas de su ritmo de compras, sin alarmar demasiado, pero dejando claro que incluso Draghi tiene que levantar el pie del acelerador, para pensar en retirar el QE el año próximo y empezar a subir tipos en 2019.
Aunque se argumenta en ocasiones que las autoridades monetarias no dejarán que los mercados sufran, en los últimos tiempos han visto limitada su influencia en los mismos. Al menos para animarlos. La normalización monetaria es una necesidad y la cuestión es que los mercados aún no parecen estar preparados. Aunque la burbuja no estallará en este semestre, no se puede descartar algún que otro susto.
En definitiva, la complacencia actual de los inversores es un importante riesgo a tener en cuenta si la volatilidad se dispara o si hay sorpresas negativas en los mercados, pues podría haber reacciones virulentas de aquellos que invirtieron en activos de riesgo sin estar preparados para hacerlo. Reacciones de venta que podrían arrastrar los mercados más de lo que deberían, y sobre todo si esto ocurre en meses veraniegos, como agosto, en los que la contratación bursátil es más baja. Es bueno disfrutar del auge de los mercados mientras sea posible… pero sin perder de vista que los rallies ininterrumpidos no durarán para siempre.
Alicia Miguel Serrano, redactora jefe de Funds Society y experta en fondos de inversión.
Colabora de forma habitual con la revista Inversión y Finanzas. En el pasado ha trabajado en Funds People y La Gaceta de los Negocios.