La economía española continúa su camino a buen ritmo; con toda probabilidad volverá a batir este año al resto de sus socios europeos, y en el segundo trimestre se prevé que el PIB regrese a niveles similares a los de 2008. Pero de ahí a hablar de que ya estemos cerca de una normalización, va un trecho muy largo. No se trata solo de que el paro estructural, el de más difícil recuperación, se haya multiplicado exponencialmente a lo largo de la crisis, o de que ahora haya medio millón menos de personas activas que en 2008 y un millón de parados más que entonces, sino que la inversión empresarial también está atravesando su particular travesía por el desierto, como se desprende el nuestro último Boletín de Coyuntura Económica, FOCUS brief.
Nuestro boletín refleja que, a pesar de que la economía española registró en 2016 un crecimiento del 3,2%, tal y como anticipamos en nuestras previsiones sobre el PIB, las ventas de las grandes empresas de bienes y servicios de capital (que dan la medida de la inversión empresarial e incluyen bienes de equipo, software, construcción y promoción inmobiliaria entre otras partidas) rondan los 2.400 millones mensuales, que puede parecer un montante muy elevado, pero que en realidad significa estar nada menos que un 38,4% por debajo de los niveles máximos alcanzados antes de que la tormenta de la crisis se desencadenara con toda su intensidad.
El hecho es que las ventas de bienes y servicios de capital han crecido constantemente desde que tocaron suelo, allá por el 2012; han mejorado un 17%, lo cual es un avance no menor. Pero en la larga ruta emprendida hacia la normalización económica, esto significa volver a situarse sobre los mismos niveles que a comienzos de siglo (hablamos del año 2000). No es casualidad que el crecimiento del empleo y de la economía vayan prácticamente acompasados, lo que quiere decir eso es que la recuperación de los puestos de trabajo se está centrando en actividades de escaso valor añadido.
El stock de capital es determinante para mejorar la productividad (el vocablo que será clave en el desempeño económico de los años venideros) y lograr elevar así el potencial de crecimiento, producir y exportar más, y reducir también la elevada deuda externa, que en el caso de España sigue ahí. Si bien no es deseable regresar a los niveles de la burbuja (donde los datos estaban sobredimensionados por la rampante especulación inmobiliaria), es vital elevar el stock de capital si se quiere dar paso a una economía más sofisticada y resistente a las inclemencias de los ciclos económicos. En definitiva, lo que los datos de ventas reflejan es que efectivamente se han remontado unas cuantas dunas, pero sobre el horizonte todavía se extienden muchas más.
Y uno de elementos a tener en cuenta es que hay un claro riesgo de que esta larga travesía haya de ser recorrida bajo un sol implacable. Si durante 2015 y el año 2016, el camino fue amenizado por la agradable brisa de un petróleo muy barato y un nivel general de precios por los suelos, ese viento ya ha dejado de soplar. Nuestra previsión es que el barril de crudo Brent, la referencia mundial, se situará en el entorno de los 60 dólares, lo que se trasladará al IPC e implicará una pérdida de poder adquisitivo de las familias a lo largo de 2017 y mayores costes también para las empresas.
Es decir, la inflación ya está aquí y llega justo en un escenario de elevada incertidumbre política, en España y en el resto del mundo. En el ámbito nacional los principales riesgos están en la cuestión catalana, que sigue sin resolverse, y en las dificultades para que un Gobierno en minoría sea capaz de tener la estabilidad necesaria para aprobar las variadas y profundas reformas que necesita el país. Sobre el horizonte se perfila la prueba de fuerza de los Presupuestos Generales, para los que el principal partido político aún no ha encontrado el apoyo explícito del resto de formaciones. Existe, pues, el peligro de que un Gobierno en minoría tenga que pactar medidas para aprobar los Presupuestos que alejen al Ejecutivo del cumplimiento de los objetivos fiscales. Mientras, en Europa, llegan las elecciones cruciales en Francia, Holanda y, a la vuelta del verano, también en Alemania. Está por ver cuál será el impacto de los resultados de los comicios en una UE más cuestionada que nunca y que se ve obligada a negociar con Reino Unido los términos de la histórica salida de este país del ámbito de la Unión. Y todo ello sin descartar qué en Italia, donde la crisis bancaria sigue sin resolverse, no haya finalmente elecciones anticipadas. Al mismo tiempo, en el cuartel general del BCE en Fráncfort, cada vez se escucha más nítido el ruido de los tambores de guerra que claman por una subida de tipos. La autoridad monetaria central ha despachado el asunto de momento hasta el año 2018, pero la presión irá in crescendo.
Cruzando el Atlántico, el presidente Donald Trump ya ha comenzado en EE UU su política de sobresaltos. De momento, los tres pilares de su acción: control de la inmigración, política fiscal expansiva y proteccionismo comercial son claramente inflacionarios e incluso significativamente inflacionistas en una economía en pleno empleo, como es la estadounidense. Esta dinámica puede conducir a que la Fed se vea abocada a subir los tipos de interés más rápido de lo deseable, generando inestabilidad en el sistema financiero mundial.
Nuestra previsión para la economía española es positiva, lo que significa que podrá sobreponerse a todas estas dificultades. No obstante, los retos y los riesgos son muy elevados y la travesía por el desierto no será cómoda y placentera.
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