El sector financiero inicia estos días su temporada de presentación de resultados, correspondientes al tercer trimestre. La atención estará centrada no solo en las cifras del negocio, sino también en cómo piensa responder el sector a todos los interrogantes que tiene por delante. Actualmente, el sector financiero está condicionado por los tipos de interés a cero, que impactan en los márgenes, la fuerte competencia (la tradicional y la innovadora, como las Fintech), los moderados volúmenes de negocio y el exceso de capacidad instalada en la red de oficinas. En el plano internacional, la fuerte crisis del sector en Alemania e Italia contribuye a aumentar la incertidumbre que planea desde hace tiempo sobre el sector bancario, todo ello en un entorno regulatorio de fuertes exigencias de capital con el objetivo de evitar una repetición de la crisis de 2008. Se camina hacia un sector más seguro, pero donde al mismo tiempo será más difícil hacer negocio.
El propio BCE ha subrayado que
la clave de la pérdida de rentabilidad de la banca está sencillamente en que “hay demasiados bancos”. Varias grandes entidades están poniendo ya en marcha nuevos planes de ajuste. Pero la situación, sin embargo, dista mucho de ser la de 2008. Los bancos se han desembarazado ya de un porcentaje sustancial de los activos tóxicos que acumulaban entonces,
han realizado grandes provisiones y han hecho un importante esfuerzo de saneamiento, al igual que empresas y hogares. No en vano, la tasa de morosidad lleva ya seis meses consecutivos por debajo del 10%. Otro indicador de que estamos ante un panorama diferente viene dado por los datos de ampliaciones de capital que nuestro
Gabinete de Estudios Económicos acaba de publicar en su última edición del
Radar Empresarial. El pasado mes de septiembre fue el mes en el que menos dinero se ha captado en España en términos de ampliaciones de capital en toda la crisis, con 1.100,24 millones de euros, un retroceso del 37,24% respecto al mismo mes del año pasado.
El saldo acumulado en los nueve primeros meses del año es de 25.249 millones de euros, que es la cifra más baja para ese periodo de tiempo desde la entrada en vigor del euro. Y si las ampliaciones de capital están en mínimos históricos, se debe precisamente al sector financiero.
Las expectativas de una nueva oleada de concentraciones bancarias y la necesidad del sector de reforzar capital habían llevado a que las ampliaciones del sector financiero se reactivaran en los últimos meses, pero esta tendencia se paró en seco en septiembre. De acuerdo con los datos que ha analizado nuestro Gabinete de Estudios Económicos, las ampliaciones de capital en el sector financiero se situaron el mes pasado en 200,9 millones de euros, un retroceso del 64,1% respecto al mismo mes del año pasado. El saldo acumulado en lo que va de año para el sector es de 8.674,9 millones de euros, la cifra implica una mejoría del 4,4% respecto al mismo periodo del año pasado, mejoría que se concentra en los mes de junio a agosto, con 5.119,8 millones de euros; estos tres meses representan el 60% de todo el volumen captado entre enero y septiembre.
Si se analiza la trayectoria del sector financiero durante la crisis, los importes captados durante los tres primeros trimestres de 2016 solo son superiores a los del año pasado y a los de 2010 (7.331,06 millones de euros). Las cifras se quedan a una enorme distancia de las alcanzadas en 2013, en plena ejecución del rescate bancario, cuando se llegó a los 48.170 millones de euros.
España está logrando la cuadratura del círculo de crecer sin aumentar su masa crediticia. Pero también es evidente que, ahora sí, el grifo de crédito está más abierto que en los años más duros de la crisis, cuando se cerró por completo. Una de las razones por la que los importes de ampliaciones de capital están en niveles tan bajos es que ya no es tan necesario para las empresas recurrir a la fórmula de las ampliaciones como método para obtener financiación. La previsión es que, por primera vez en toda la crisis, la estadística cierre el año por debajo de los 35.000 millones de euros.
Los importes actuales están más en consonancia con los que registraron durante el periodo 2004-2006. Entonces España también destacaba como ahora en crecimiento sobre el resto de sus socios europeos, pero con un modelo de crecimiento basado en un profundo apalancamiento y en un auge descontrolado del sector inmobiliario de consecuencias desastrosas. En cambio, España es hoy uno de los países del mundo donde se ha hecho un mayor esfuerzo de reducción de deuda por parte del sector privado, a un promedio de 70.000 millones por año durante la crisis.
Sin embargo, una parte nada despreciable del endeudamiento privado ha terminado siendo asumida de una manera o de otra por el sector público, hasta el punto de que en términos de deuda exterior neta, solo Portugal, Grecia y Chipre superan a España en Europa. Adicionalmente, el tejido empresarial, además de caracterizarse por el predominio de las micropymes, sigue profundamente bancarizado en términos de financiación, especialmente en el caso de las pequeñas empresas. Esto, lejos de ser una ventaja, es un factor adicional de riesgo para el sector bancario. Por eso, conviene seguir profundizando en mecanismos para reducir el peso de la financiación bancaria. En conclusión, la situación de fragilidad está lejos de haber pasado para la economía española, añadiendo una interrogante más al profuso bosque de incógnitas que se abre por delante del sector bancario. Desde el comienzo de la crisis, las ampliaciones de capital registradas por las actividades financieras y de seguros suman casi 175.000 millones de euros, una cifra que equivale a casi el 40% del total. Lo que ocurra con el sector marcará la evolución de la estadística.
Gabinete de Estudios Económicos de axesor