Dentro de poco más de un mes los principales bancos nacionales darán a conocer sus resultados acumulados al tercer trimestre del ejercicio y de su análisis se desprenderá que la recuperación de la rentabilidad que buscan desesperadamente, al menos en lo que se refiere a la obtenida por su actividad sobre la economía nacional, está aún muy lejos de conseguirse. Las cuentas se salvarán, en la mayoría de los casos, gracias a las menores necesidades de hacer provisiones debido tanto a los bajos tipos de interés, lo que alivia la carga financiera de los deudores, como a la mejora de la actividad económica que permite tener un menor nivel de paro y una cierta recuperación empresarial.
Son varios los aspectos que confluyen sobre la marcha de las entidades financieras nacionales pero, sin duda, dos son las más relevantes: los bajos tipos de interés que hacen que las operaciones de activo generen unos rendimientos muy pequeños y que en muchos casos no son suficientes para hacer frente a los gastos que van incorporados a esas operaciones, y la débil demanda de crédito que presenta la economía española.
Los bajos tipos, y el deseo de todas las entidades por hacerse con el escaso negocio nuevo existente están provocando que los tipos efectivos que los bancos establecen en la nueva financiación sean muy reducidos y que los diferenciales se estrechen cada día que pasa.
Junto a ello, el proceso de reestructuración empresarial que tiene lugar, el exceso de liquidez que hay en todo el sistema y la necesidad de desapalancarse que aún tienen empresas y familias para alcanzar niveles razonables de deuda, provoca que la demanda efectiva y solvente de crédito no sea suficiente como para, por ejemplo, conseguir que el stock de crédito de los bancos registre tasas positivas de variación respecto a hace un año. En el próximo diciembre habrá menos créditos que hace un año. Además, hay que tener en cuenta que la financiación extrabancaria ha dado un salto importante en estos tiempos gracias, precisamente, a los bajos tipos de interés.
La política ultralaxa del Banco Central Europeo promovida para tratar de generar expectativas inflacionistas y ayudar a la recuperación de la economía está dando resultados escasos en ambos terrenos. La inflación sigue en niveles anormalmente bajos y, sobre todo, no se ve una salida clara de ese túnel. En el terreno de la creación de riqueza, el aumento del PIB en la eurozona está siendo muy débil a pesar del mar de liquidez existente. Y en España se produce la paradoja de crecer al 3% con una inversión crediticia descendente.
Para las empresas , las grandes especialmente pero también para las de menor tamaño aunque con menos intensidad, la expansión monetaria registrada ha supuesto una ayuda inestimable porque no solo ha reducido de forma muy significativa el coste de su financiación sino que también permite a quienes lo necesitan encontrar los recursos necesarios después de unos ejercicios de absoluta sequía en los que encontrar financiación era imposible o casi resultaba prohibitivo por las condiciones que se pedían para darla.
No solo los Tesoros nacionales han conseguido esquivar las reticencias de los mercados e inversores para prestarles dada la caída de sus ingresos y el elevado volumen de deuda pública que estaban almacenando para financiar sus déficits. También las empresas y los particulares han visto como, una vez que quedó claro que el BCE haría todo lo que fuera necesario para impedir la ruptura del euro, mejoraban las condiciones en las que poder financiarse. Algunas compañías privadas están en estas semanas emitiendo papel a tipos de interés negativos. Son pocas, es cierto, pero ello ha provocado una cascada de reducción de tipos que han permitido a muchas otras compañías encontrar financiación ajena a unos precios con los que no habían soñado nunca. Quienes, de entre estas compañías, han preferido mantener la financiación bancaria también han visto como mejoraban todas sus condiciones: tipos aplicados, aumento del plazo de los vencimientos…
El resto de empresas que no tienen acceso al mercado de capitales también ha visto como las exigencias de las entidades financieras para proporcionarles recursos se han rebajado de forma clara. Los tipos de interés aplicados en las operaciones de menos de un millón de euros, los que suelen identificarse como los destinados a pymes, son ahora bastante más bajos y, sobretodo, el ritmo de reducción respecto a periodos cercanos ha sido mucho más rápido en la economía española que en la del resto de países de la zona euro.
Todo esto está ocurriendo en un entorno de endurecimiento de los requisitos de capital por parte de los reguladores y los mercados que quieren que las entidades cuenten ya con los recursos propios que la normativa les va a exigir tener dentro de dos años y en un ambiente en el que la desconfianza sobre el negocio bancario sigue siendo generalizada tanto por la acumulación de malas prácticas por parte del sector financiero como porque se piensa que las entidades no van a poder ofrecer la rentabilidad buscada por los inversores.
Las malas prácticas parecen una realidad casi universal. Presentan distintas caras pero al final se trata de que los estándares de comportamiento ético por parte de las organizaciones y sus gestores no han estado a la altura de lo que ahora se exige y ello se está traduciendo por un lado en multas espectaculares por parte de algunas jurisdicciones y en la introducción del riesgo reputacional y legal en muchos de los análisis que los inversores realizan a la hora de adoptar una decisión de inversión. En España sabemos bastante de esto tras las crisis de algunas cajas y las decisiones judiciales sobre cuestiones tan variadas como las preferentes, las cláusulas suelo, las acusaciones de apropiación indebida en varias entidades y cosas similares.
Mientras todas estas cuestiones no parezca que empiezan a encontrar su salida será difícil que el sector financiero se sobreponga a su actual difícil situación.
Salvador Arancibia es adjunto al director del periódico Expansión. Ha sido director de Expansión TV, Subdirector del periódico Cinco Días, adjunto a la dirección de la revista Actualidad Económica y del diario gratuito Qué!, así como redactor jefe de Economía en El País, Canal+ y CNN+; también ha trabajado en la agencia Colpisa y en el diario ABC. Ha realizado tareas de comunicación en el Ministerio de la Vivienda, el banco Santander y la agencia Porter Novelli.