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Entregados a Draghi

Economía española - horizonte despejado

Hubo un tiempo en que llegamos a temer que la carrera desbocada de la prima de riesgo terminara enviando por el precipicio a la economía española. Ese tiempo, que ya nos parece que pertenece a otra época, no es en realidad tan lejano, hace menos de dos años que la prima de riesgo era el triple de la actual, y, sin embargo, ahora nos encontramos ante un horizonte que permanecerá completamente despejado y soleado al menos durante los próximos 18 meses. Y todo por arte y gracia de Mario Draghi, un banquero italiano que llegó a la presidencia del BCE en 2011 entre la suspicacia general, sospechoso de ir a convertirse en la larga mano dentro de la autoridad monetaria de su antiguo patrón, la todopoderosa entidad norteamericana Goldman Sachs. Pero los hechos son que hoy, el mercado entero y los políticos europeos, incompetentes estos últimos a la hora de dar con soluciones efectivas para la profunda crisis económica, viven entregados a Draghi. El rescate del BCE llega en el momento oportuno, justo cuando las grandes instituciones multilaterales como la OCDE o el FMI acaban de decretar el estancamiento económico de Europa. Gracias a Draghi, los Gobiernos podrán presumir de estabilidad financiera y de haber llevado a mínimos la particular percepción del riesgo que ejercen los mercados en unos meses en que los ciudadanos acudirán a las urnas en numerosos países: después de Grecia, no solo España afronta sus particulares comicios municipales y generales; también habrá elecciones nacionales en Portugal y Reino Unido, regionales en Francia y presidenciales en Italia. La cuestión ahora es ¿funcionará el plan Draghi? Ojalá que sea así, pero yo no lo tengo tan claro.

En grandes líneas, lo que el BCE va a hacer es desembolsar algo más de un billón de euros, a razón de 60.000 millones de euros al mes, mediante la compra de bonos con vencimiento entre dos y treinta años, activos que en teoría serán tanto públicos como corporativos, aunque fundamentalmente se tratará de deuda soberana. De esta manera se inundará de liquidez el mercado y ahora de lo que se trata es que ese dinero traspase el espeso tejido de los mercados y fluya efectivamente hacia la economía real, reactivándola. Está por ver que eso vaya a suceder. Hay que recordar que el BCE ya lleva varios años haciendo subastas de liquidez para los bancos a un coste irrisorio. Tras mucho meditarlo, a la autoridad central no le quedó otro remedio que penalizar la facilidad marginal de depósito, la cuenta donde los bancos depositan sus excedentes de liquidez, con una tasa del 0,2% para obligar a los bancos a mover el dinero del balance del propio BCE. ¿Qué cómo es esto? Ante la incertidumbre reinante durante los últimos años, los bancos han acudido en masa a las subastas de liquidez del BCE, pero antes que prestar el dinero que obtenían, preferían dejar esos excedentes a buen recaudo dentro de la propia entidad monetaria; tal era el grado de confianza de la banca en el ciclo económico. El BCE fue reduciendo paulatinamente la remuneración de estos depósitos, de por sí, muy exigua, hasta terminar llegando a verse obligado a cobrar a los bancos, el antes mencionado 0,2%, a ver si esta vez por fin el dinero se mueve.

Los tipos oficiales de interés siguen anclados en niveles rayanos a cero y el esperpento en los mercados es tal que, de acuerdo con cálculos realizados por Royal Bank of Scotland, el 20% de los bonos soberanos de la eurozona cotizan por debajo del 0%. Esos precios se fijan por operaciones de compra/venta y lo que esto significa es que hay una buena cantidad de inversores que están dispuestos de antemano a perder dinero invirtiendo en activos, obviamente del núcleo duro, el triple A, de la eurozona, básicamente Alemania. La llegada de más liquidez tiene un riesgo cierto de generar una burbuja aún mayor en los bonos soberanos. Si antes no tenía mucho sentido exigirle a España un 7% por un bono a 10 años, también ahora sería un iluso el que creyera que la economía española ha mejorado tanto y tan asombrosamente como para merecer en justicia rentabilidades holgadamente inferiores al 1,5%.

Ya hay mucho dinero en el mercado, pero no hay activos interesantes. En la renta variable, las Bolsas han mejorado mucho desde el infausto 2012, pero hasta ahí hemos llegado. Hasta que ha llegado a Draghi con su saco sin fondo de billetes, nadie parecía muy animado a comprar en Bolsa el discurso de la recuperación, la mejor prueba de ello es el Ibex 35, que pese a sus celebradas remontadas, en realidad sigue cotizando más o menos a los mismos niveles de hace cuatro años; es decir, para muchos, el retorno de estos últimos cuatro años puede haber sido simplemente cero. Otros activos tradicionales de inversión, como el oro, el petróleo y toda suerte de materias primas, siempre volátiles y peligrosas, están pasando muy malos tiempos, ante la perspectiva de un estancamiento global del consumo y un exceso de oferta.

Y si éste es el panorama, las posibilidades de que la avalancha de dinero desencadenada por el BCE termine calando en la economía real se reducen de forma notoria. La esperanza está en los efectos beneficiosos que la inevitable depreciación del euro puede generar en el sector exportador, precisamente el que mejor ha funcionado para España en los últimos años. Unas empresas españolas más competitivas en el extranjero siempre es buena noticia, aunque no podemos olvidar en que en la larga cadena de la recuperación, la reactivación del empleo está entre los últimos eslabones. Todo esto no quiere decir que el 'plan Draghi' sea irrelevante o innecesario. Al contrario, es muy bienvenido, porque al otro lado (en el de las políticas públicas) hay una inquietante falta de respuesta, o una insistencia contumaz en objetivos nada realistas (como los que atañen a Grecia). En estos momentos, Draghi es el gran valedor para la pervivencia del proyecto del euro. Dadas las circunstancias, es esencial que el respaldo de ese gigantesco plan del BCE no nos haga caer en la complacencia: en el mundo que nos espera por delante la gestión profesional del riesgo, anticipándose de forma adecuada a los peligros que amenazan a nuestros objetivos, debe ser un elemento determinante en nuestra estrategia empresarial.

Luis Benguerel es responsable de Mercados de GPM Gestión de Patrimonios Mobiliarios. Anteriormente fue director de renta variable nacional e internacional y futuros en Interbrokers y operador de mercados en Agenbolsa.

Categorías: Estudios y Análisis

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