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El bono al 2% y el pavo de Acción de Gracias

El bono al 2% y el pavo de Acción de Gracias

"Unbelievable!" (Increible) Gritaba el periodista Tom Keene mientras mostraba el gráfico de la deuda española a 10 años. “Menos de un 2% a 10 años… ¿Cómo es posible?” se repetía, mientras señalaba el gráfico de precios en el plató de la agencia Bloomberg.

Eran alrededor de las 12.00 de la mañana del 24 de noviembre de este 2014, día que en el mundo económico español se recordará como el primero que a España los inversores le pedían menos de un 2% por prestarle dinero a 10 años.

Recordaba alucinado el veterano presentador de la pajarita que hacía sólo un año el bono estaba a más del doble, por encima del 4%. Y que hace poco más de dos años, llegó a cotizar casi al cuádruple: cerca del 8%... Nada más y nada menos.

La explicación de su invitado esa mañana fue muy clara: "Es gracias a Mario Draghi, que ha dejado claro que el BCE comprará deuda de los estados si es necesario para mejorar la actividad crediticia". Ya está. Así de fácil.

En apenas unos meses el riesgo de impago que los inversores percibían en la economía española (o al menos, lo que dice el precio del bono) ha pasado de ser sideral, propio de una economía que tendrá serias dificultades para devolver lo que le han prestado, a nimio, menor al que exigen los inversores a la principal potencia mundial y no muy lejos de lo que exigen a Alemania.

Más extremo todavía resulta el caso del bono irlandés a 10 años, al que ahora apenas se exige un interés del 1,5%, cuando llegó a superar el 14% en verano de 2011. ¿Era así de fácil? ¿Ya se ha acabado todo? ¿Ya no habrá más problemas para financiarse para los países que antes eran considerados como los peores de la clase?

No sé por qué, quizá por la cercanía de la festividad o quizá por puro escepticismo, pero ha venido a mi mente la anécdota del pavo de acción de gracias que relata Nassim Taleb en su libro El Cisne Negro.

Imaginad un pavo que, el día después de Acción de Gracias, es comprado por un americano, que lo quiere tener en su casa y alimentarlo hasta el año siguiente. El pavo llega temeroso y angustiado a su nuevo 'hogar' y el primer día casi no quiere probar el pienso que le da el dueño.

Pero van pasando los días y le siguen poniendo comida, todos los días una buena razón… ¿Qué necesidad hay de dudar? Cada semana, el pavo está más feliz y agradecido a su dueño. Cada día come con mayor apetito, hasta que, de pronto, sin mediar palabra, el animal pasa a ser la comida…

No sólo le ocurre al pavo… La mayor parte de los eventos más dramáticos en la gestión financiera se producen en el momento en que más cómodos nos sentimos con nuestra situación.

Esta crisis lo ha demostrado. Entre 2005, 2006 y 2007, los años previos al estallido de la burbuja, se formalizaron en España cerca de 5,4 millones de hipotecas. Para comparar el nivel de complacencia, desde principios de 2012 (los tres últimos años) apenas van a alcanzar los 1,3 millones en conjunto.

Con las inversiones ocurre parecido. La mayoría de los inversores aumenta su exposición a la Bolsa en los momentos de máximos del mercado, mientras que sale despavorido cuando las acciones se han desplomado y los precios de compra son, por lo tanto, más atractivos.

Nuestro sentido del riesgo funciona así. Cuando vemos humo en una casa del barrio, nuestra alarma mental se enciende y empezamos a buscar un seguro anti incendios. En cambio, cuando hace meses que no ha habido ningún incendio en el vecindario, contratar un seguro contra incendios parece tirar el dinero.

Si los humanos somos así, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra gestión del riesgo? ¿Cómo reducir la dependencia de nuestras emociones y nuestras experiencias sensoriales? ¿Cómo evitar que el optimismo a nuestro alrededor nos lleve a tomar decisiones como si fueran infalibles cuando en realidad están en zona de máximo riesgo?

Para empezar, a través de la formación, de una mejor cultura financiera. Y basta con el nivel más básico: ayudar a las personas y organizaciones a conocer los riesgos que están asumiendo con sus decisiones.

Siempre lo hay. Aunque a veces, parece más escondido que otros. De hecho, si no eres capaz de identificar el riesgo que estás asumiendo, quizá sea mejor no tomar la decisión. Decía Amarillo Slim, uno de los mitos del póker, aquello de que ‘si en una partida miras a tu alrededor y no sabes quién es el primo, entonces eres tú”.

No basta sólo con tener unos conocimientos de partida, sino que se trata de ir adaptándolos a cada situación. Los premios Nobel que participan en el hedge fund Long Term Capital Management, el hedge fund cuya quiebra en 1998 estuvo a punto de zarandear el sistema financiero americano, quizá tenían los mayores conocimientos y los mejores modelos econométricos. Tanta confianza tenían en sus sistemas y tan bien les iba que asumieron un apalancamiento excesivo, que al primer revés serio les dejó fuera de mercado.

Diría Warren Buffett aquello de que "Sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo"... Claro, ¿Pero como saber cuándo está la marea alta y cuándo no? Si siempre te has bañado en una playa cerrada del mediterráneo y de pronto apareces en una abierta de Galicia... Puedes tener un problema muy serio si te metes mar adentro...

¿Cómo evitar este error? Lo más sensato en la playa sería preguntar a los lugareños que conocen bien la zona y las mareas. En el mundo financiero, es clave encontrar estos buenos observadores, que ayuden en la toma de decisiones en entornos a menudo desconocidos y cambiantes.

Y nos encontramos precisamente en uno de ellos, en uno donde tan sólo dos años después, los activos que parecían apestados, ahora pagan menos del 2% de interés a 10 años... Y bajando. ¿Han desaparecido los riesgos? ¿Estará el BCE aportando liquidez siempre que se le necesite dispuesto a comprar la deuda?

En EEUU, cada Acción de Gracias, el presidente salva a un pavo del horno, le concede un indulto. Ojalá la economía española también sea ese pavo indultado, y de hecho personalmente creo que lo puede ser, pero conviene estar preparado por si no estamos en lo cierto.

Vicente Varó, consejero delegado de Unience.

Vicente Varó es autor del libro "Para qué sirven realmente los mercados financieros" (Editorial Paidós) y CEO de la red social de inversores Unience. Vicente Varó es colaborador habitual en Expansión.com, M80 y Radio Intereconomía, y también ha trabajado en Expansión, Financial Times y El Economista.

 

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