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Emprendedores para un momento irrepetible

Emprendedores para un momento irrepetible

La OCDE tiene la manía persecutoria de fijarse en los países con menor interés por emprender. De hecho publican cifras en que alrededor de la mitad de los jóvenes españoles que tienen ocupación (afortunados), trabaja en algo que requiere menos habilidades de las que tienen. De lo que se desprende siempre que la juventud de este país no va al trabajo pendiente de vivir retos, sueños o de conquistar expectativas para crecer emocional y profesionalmente.

En cierta manera tenemos lo que nos merecemos. La educación es pura instrucción, no hay debate, pensamiento o crítica. Nadie enseña a nuestros hijos el valor del fracaso cuando es sólo un error, a perseguir sueños a pesar de no ser rentables, a emprender como valor moral y no sólo como factor de enriquecimiento. No les enseñan a entender que un negocio es mucho más que una oficina, una fábrica, un campo de cultivo, un comercio o un escenario de venta, nadie les indica que también son espacios de conclusión, de rescate espiritual y de relación humana, de cooperación, de suma intelectual, de talento y de prosperidad.

Emprender hoy en día es, también, un encargo histórico. Un método social para adentrarnos en el futuro. Cada nuevo proyecto, cada nueva idea que se transforma en empresa y ésta se basa en la innovación y utiliza las costuras de la Nueva Economía para armar un nuevo escenario, son los pasos que un país, una sociedad, precisa para convertirse en próspera. Ofrecer futuro no es gratis, de hecho el futuro no es algo que pueda rentabilizarse en el presente, pero si puede cultivarse.

Hubo un tiempo, mil años atrás, que mis referentes me decían que la vida 'ahí afuera' era una jungla, una competencia feroz donde solo sobrevivían los más fríos y calculadores, los que lo tenían todo seguro. Me lo creí. Tardé tiempo en ver que así no se disfrutaba y que no era el mundo que yo quería comerme. El pastel del que me hablaban era indigesto y lo que me apasionaba siempre estaba detrás de los cristales de aquellos despachos grises y abarrotados de personas grises.

No digo que el gris no sea preciso. Tiene gamas. Pero como todos, cada uno tiene su papel en esta película. El valor y la apuesta que significa emprender es mucho más que mirar, es agarrarse, aun cuando el tren está en marcha, del pomo que si insistes todavía se abrirá y te dejarán participar del viaje. Emprender en este país es complicado. Hay mucho discurso y escasez de ecosistemas que faciliten su evolución en el campo que toca, teniendo en cuenta la hora que es.

Es tarde, de noche, dicen. Oscurece y el futuro es mañana. Los deberes no los hemos hecho, el trabajo colectivo que requiere su conquista está todavía por hacer. No hemos preparado los parciales, ni nada parecido. Nos toca estudiar, y a toda prisa, todo el temario, ponerlo en orden y redactar el trabajo final. Mañana amanecerá un futuro tecnológico y socializado donde los países que educaron para emprender, que motivaron a sus jóvenes para afrontar el reto continuo que supone hacerlo y que tuvieron la calma y estrategia de hacerlo bajo la textura de la Nueva Economía, lo tendrán mejor que los que improvisaron o se dedicaron a decir que hacían y no se movían.

Hoy, los que representan el pasado, las formulaciones antiguas de los negocios analógicos, oscuros y lejanos de los tiempos que vienen, mantienen esa actitud agresiva, defensora de valores en quiebra. Se equivocan. El desastre social, financiero, político y ético que vivimos no es más que esa fractura que se ha empezado a producir justo encima de nuestras cabezas. Estemos tranquilos, pues aunque dañará a muchos inocentes, sobre todo les dolerá a los que estén pendientes de si se les cae el techo.

Mientras tanto recomiendo seguir disfrutando de este momento histórico que nos tocó vivir. No es una época de cambios, es un cambio de época como nunca antes hemos vivido. Tal vez no hay momento en la historia que se pueda equiparar por su trascendencia a los treinta o cuarenta años que nos están pasando por encima y donde el papel de los emprendedores es o vaya a ser más crucial.

En España no se emprende por muchas razones pero una por encima de todo. Se teme al fracaso. No tanto público, sino a las consecuencias en el ámbito legal y fiscal que te dejan sin opciones en el resto de tu existencia. Eso es difícil de cambiar. Es lo que hay y mucho tendrían que cambiar las cosas para que de una vez por todas se establecieran amortiguadores para los que se la juegan una y otra vez para crear empleo, sin red, con ganas de prosperar y hacer prosperar, de inventar, de innovar para lograr un mundo mejor mientras, ¿por qué no?, se ganan la vida lo mejor posible.

No voy a decir que ‘pegársela’ es positivo porque no lo es. Prefiero aprender con un triunfo que con un fracaso, pero no nos engañemos, son más los que no lo logran cuando se experimenta y arriesga, que los que logran salir en los medios rodeados de fans que aclaman su última conquista.

Todo el mundo tiene algo para los emprendedores. Se anima a todo el mundo a serlo y no todos lo pueden ser. No es necesario. Es absurdo pensarlo, pero lo que sí es imprescindible es localizar a quienes sí lo pueden ser con alta capacidad para lograr el éxito e innovación. Entroncarse en el futuro y hacerlo tecnológicamente requiere que sean localizados. No es un discurso lo que se espera de quienes deben organizar este tinglado, sino acción directa que los encuentre, los estimule y les explique que emprender es mucho más que montar una empresa.

No dejemos que los que se apuran por aminorar la marcha de esta fase histórica logren alguno de sus objetivos. La corrupción y su medicación dosificada son desastrosas para la modernidad y las mejoras. Convivimos con esa bacteria que corroe, que ensucia a la buena gente por verse incapaz de enfrentarse al miedo a caer por lo caro que sale. Sigamos firmes en eso que algunos llaman indignarse, otros emprender, algunos votar y muchos simplemente vivir. Sin embargo, está claro que el mayor propósito tiene que salir de nosotros mismos.

Una vez leí una descripción sobre los personajes que controlan en los campos de futbol lo que sucede en las graderías. Son unos personajes con chaleco rojo que están apostados entre el público y el terreno de juego. Tal vez son policías o cuerpos de seguridad privada. Pero esos personajes no miran el partido porque están de espaldas a él. Su función es precisamente fijarse en el público por si se desmanda. Lo que sucede en el campo de fútbol lo intuyen por el reflejo que ejerce en el rostro de la multitud. Ellos miran, piensan y se aburren. No pueden intervenir en su mundo. Pienso que así vive muchísima gente y básicamente porque ya les va bien a los que organizan el juego.

Hay millones de personas que no ven los goles de la vida porque tienen miedo o por mantenerse seguros en la ‘zona de confort’. Pero oyen el rugido del público e interpretan que ha habido un gol. El modelo social en el que vivimos intenta con todas sus fuerzas a que vivamos de espaldas a lo que sucede y muchos se resignan y se toman su tazón de cloroformo matinal para no sentirse mal. A los que dirigen el asunto les encanta que sea así. Menos críticos con todo y más tranquila la manada. ¿Emprender para cambiar las cosas? No me compliques la vida, piensan.

Tengo la impresión, viendo cómo todo se complica cada vez más, sintiendo cómo surge un mundo con menos empleo porque la tecnología ocupa espacios laborales y donde lo automático irá tomando territorios sin remedio, que los responsables de estimular la mutación que sufre todo a nuestro alrededor no se mueven. También noto que los que deberían despertar en este instante extraordinario, no reaccionan.

Tenemos pendiente una gran revolución económica que se producirá de manera inevitable, una social que vendrá atada al curso de los tiempos y una íntima que tendrá que producirse en el interior de cada uno de nosotros. Los emprendedores jugarán un papel determinante. Será culpa de todos, los que deben preparar el escenario y los que deben subir a él, si no aprovechamos el talento, la energía y los recursos con los que contamos para un momento irrepetible de la historia.

 

Ha fundado una decena de compañías tecnológicas. Actualmente es vicepresidente de la plataforma de ecommerce Openshopen y fundador de la consultora Idodi Only Different Ideas Su vocación por las startups le ha empujado a impulsar la aceleradora Conector.com. Es inversor en empresas de base tecnológica a través de fondos como Sitka Capital o Idodi Venture Capital de los que es socio. Ha publicado diversos libros, como ‘Contra la cultura del Subsidio’, o el bestseller de ‘Una hormiga en Paris’. Es director de la revista económica Westinghouse Future Economy.

Categorías: Estudios y Análisis

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